El romanticismo.
En cierto modo, el romanticismo representa un ejemplo más de la dinámica pendular de muchos movimientos culturales y del arte occidental; ya que contrapone al cuidadoso formalismo y al intelectualismo racionalista del barroco, el predominio de las emociones y de los sentimientos; al mismo tiempo que postula un alto grado de libertad formal. Todo lo cual, indudablemente, opera en el sentido de que - sobre todo en el campo de la literatura - las creaciones artísticas resulten ser accesibles a un público promedio que está a medio camino entre el refinamiento cultural de unos pocos y la casi total ignorancia de la gran masa de la población, que era la situación prevaleciente en la época previa.
Como surge de sus antecedentes, uno de los ingredientes del romanticismo fue precisamente el objetivo de acercarse a las expresiones populares, recogiendo de alguna forma la tradición del romancero medieval y de las canciones contemporáneas; y la aproximación a la naturaleza.
De esta manera, el estilo característico de la literatura romántica en general, es la invocación de los sentimientos, especialmente aquellos de índole más individual y subjetiva como en particular el sentimiento amoroso; y un recurso a la imaginación creadora en el orden formal - particularmente en la poesía - apuntanto a la liberación de las formas estrictas (como la del soneto, por ejemplo). En el teatro, fueron abandonadas las tres unidades clásicas de tiempo, de espacio y de acción.
Otro elemento característico de la literatura romántica, es la desaparición del personaje heroico, pasando a ocupar el lugar protagónico un tipo de individualidad más cercana a lo que Rousseau llamara el hombre corriente.
Los componentes que están implícitos en la literatura romántica, son principalmente el predominio - y frecuentemente el triunfo - del sentimiento sobre la razón, de la emoción sobre la lógica, de la intuición sobre la certidumbre de la ciencia.
En cuanto a su temática, deben señalarse los orígenes filosóficos del romanticismo literario, fuertemente influídos por el pensamiento previo y contemporáneo de la Revolución Francesa, como las ideas de los enciclopedistas y de Juan Jacobo Rousseau; que hacían confluir posiciones políticas y de desenvolvimiento individual, al sustentar la liberación frente al despotismo como frente a los convencionalismos sociales.
El fundamento filosófico del romanticismo, es esencialmente de origen alemán, especialmente por las obras de autores como Fichte, Schelling y Hegel, que hicieron una intensa crítica del racionalismo del Siglo XVII. Ese movimiento filosófico conocido como el idealismo clásico, contiene elementos que luego fueron comunes en el romanticismo literario, especialmente una revalorización del sentimiento como fuerza espiritual.
El romanticimo no reniega de la racionalización en términos absolutos, pero sustenta que - sobre todo a nivel del individuo - el sentimiento y la imaginación no solamente siguen siendo parte de la naturaleza, sino que los exalta como impulsos legitimantes de la acción, incluso a veces abiertamente en contra de los dictados de la razón y la prudencia.
En ese sentido, existe en las obras más representativas del movimiento romántico, una permanente dualidad, entre una actitud individual en que los sujetos centrales de las obras se sienten incomprendidos por un medio social al que se adjudica ser puramente materialista y pragmático; y una reacción ante ese sentimiento de desencanto, que en buena medida se orienta a postular ciertas utopías de la organización social. Tal como si la insatisfacción espiritual y la depresión anímica no se originaran en el propio interior del individuo, sino que fueran causadas por la incomprensión de la sociedad.
A nivel de las relaciones políticas, el nacionalismo también operó esencialmente en el plano de los sentimientos antes que de la racionalidad; promoviendo ideas que impulsaron tanto a la valorización de los idiomas, como al cultivo de las costumbres tradicionales y folklóricas. Pero también contribuyó al desarrollo del concepto de la Nación, como centro determinante de la existencia de un Estado y de un Gobierno propio y soberano.
En este sentido, no puede perderse de vista que los nacionalismos europeos - algunos provenientes de épocas anteriores, pero que en todo caso se afianzaron y consolidaron a partir de la Batalla de Waterloo - constituyeron una poderosa fuerza emotiva y colectiva, que movió a los pueblos; a menudo no solamente en un sentido afirmativo y constructivo, sino también en sentido negativo y destructivo, alimentando odios xenófobos y dando motivo a no pocas guerras.
La exagerada exaltación del yo que propició el romanticismo, como centro de una individualidad sentimental, corrió pareja en algunos aspectos con el enfoque excesiva y fundamentalmente emocional de algunas cuestiones relativas a la sociedad, que requerían no tanto ser tratadas desde un punto de vista emotivo, como ser analizadas con un sentido predominantemente racional; lo cual evidentemente dejó huellas negativas en la historia de los siglos XIX y XX.
Caracteres principales del romanticismo literario.
Como rasgos principalmente destacables de la corriente del romanticismo en la literatura - y, en su medida, en otras artes - cabe mencionar:
El individualismo subjetivista - que, a partir de postular la libre expresión del sentimiento, se trasmuta en una percepción de la realidad concretada en términos de aceptación o rechazo - más generalmente de rechazo - puramente en función de la forma en que coincida o no con la propia subjetividad.
Este subjetivismo se expresa a través de la recurrencia de temas tales como el sentido de frustración vital, del amor no correspondido, de la soledad, la tristeza, la nostalgia, la melancolía y la desesperación.
La exasperación del individualismo se resuelve a menudo en una contrastación con la sociedad, frente a cuyas reglas frecuentemente denostadas como moral burguesa, se asume una actitud de rebeldía irracional, calificándola de mediocre e insensible a partir de una generalización que la personifica; y de cuyos componentes se escogen para exponerlos - a veces embelleciéndolos moralmente o exaltándolos como producto de la maldad social - a los sujetos más marginales y cuestionables, como los mendigos, los delincuentes, o los piratas.
El naturalismo - Existe por lo general una inclinación a invocar a la Naturaleza, a presentar la vida en un ambiente de comunión con una naturaleza no contaminada por el hombre, al gusto de encontrarse en lugares de ambiente rural, donde la serenidad idílica del ambiente es propicia a la exaltación de la característica melancolía romántica.
La visión dramática y sentimental de la naturaleza, lleva a que el propio paisaje se represente frecuentemente como un reflejo de los diversos estados de ánimo; sobre todo en la poesía.
El esoterismo - que se manifestó en no pocos casos como una actitud de trasfondo escapista de la realidad actual y local en la cual el artista no se siente cómodo; y de la cual se aleja en el tiempo situándose en remotos tiempos pasados, o en el espacio mediante la ubicación de los escenarios en lugares lejanos, del oriente, con fuertes componentes imaginarios y personajes rodeados de misterio.
Esta característica se manifiesta también mediante un escape de la realidad actual, por la incorporación de elementos abiertamente fantasiosos del tipo de los que aparecen en los célebres cuentos del dinamarqués Hans Christian Andersen, o de los Hermanos Grimm, y en los Cuentos fantásticos de E.T.A. Hoffmann, utilizados asimismo como motivo de un conocido poema musical.
El tradicionalismo - pautado por la nostalgia por el pasado tradicional; elemento generalmente asociado al componente nacionalista, que llevó a que se realizaran varias recopilaciones de antiguas canciones populares.
Lo recurso a lo sobrenatural - La atracción por lo irracional y lo misterioso e inexplicable, que contrasta con el racionalismo; así como el recurrente tema de la muerte, la alusión a ruinas, cementerios, etc.
La exaltación del yo individual - Existe una marcado egocentrismo, una proyección sobre sí mismo, una tendencia a considerarse el centro de todas las cosas y el elegido de la inspiración.
El problema de la propia identidad - no solamente en el plano vinculado al nacionalismo y la identidad cultural, tradicional e idiomática; sino incluso en el plano psicológico, en el cual aparecen reiteradamente temas como el del pacto con el diablo, e inclusive el desdoblamiento de la personalidad.
La actitud estética - Al contrario del esmero formal que caracterizara al barroco en su objetivo de producir una obra de arte hermosa, elaborada y perfecta en sus formas, el romanticismo pone el acento en la espiritualidad del contenido; centra el objetivo de la obra de arte más en la persona del creador que en la creación misma.
A pesar de que en gran medida el romanticismo buscó purificar el instrumento idiomático como expresión de la identidad nacional, por otro lado se liberó fuertemente de las reglas rígidas estructurales de la versificación y en la estructura teatral de las tres unidades clásicas; y del mismo modo ocurrió con los instrumentos formales de otras formas artísticas, sea la música o la pintura. En general, la obra de arte fue estéticamente concebida como un instrumento para transmitir la interioridad personal del artista, más que como un objeto en sí misma.
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El romanticismo, que cabe considerar surgido en Alemania, se expandió por toda Europa y aún por América hispana.
En Alemania existieron dos corrientes iniciales, conocidas como el círculo de Jena y círculo de Heildeberg. En el Reino Unido, se considera que el movimiento romántico se inició en 1800 con la publicación de las Baladas líricas, de los poetas William Wordsworth y Samuel Taylor Coleridge; en cuyo prólogo - que se considera el manifiesto literario del romanticismo - se destaca la importancia del sentimiento y de la imaginación en la creación poética.
Pero la línea principal del romanticismo británico es la que representan Lord Byron y Kets.
Sin embargo, fue Francia uno de los principales reductos del romanticismo, especialmente a partir de 1815, el año de la Batalla de Waterloo en que fuera derrotado Napoléon; con nombres como Victor Hugo, Alfred de Musset, Alexandre Dumas, Lamartine, Chateaubriand, Mme. de Staël, y muchos otros. Esta última publicó en 1810 un libro titulado Sobre Alemania en que defendió enfáticamente la superioridad del romanticismo sobre el clasicismo. Consecuentemente con la costumbre de las épocas monárquica y del Imperio, existieron en París algunos salones frecuentados por los intelectuales afines al romanticismo.
El movimiento romántico tuvo tambien fuerte manifestación en Italia, donde se vinculó a las corrientes de pensamiento nacionalista y de la unificación política. del llamado Rissorgimento. El nacionalismo fue asimismo una doctrina fuertemente asociada al romanticismo en Rusia, donde junto a autores como Gogol y Pushkin, se generó una importantísima producción de nacionalismo romántico en la música.
El período romántico fue contemporáneo de los movimientos independientistas en Hispanoamérica. La importante corriente de viajeros a Europa entre los líderes de la revolución americana, así como los componentes liberales y nacionalistas de su contenido, impulsaron la difusión de los conceptos del romanticismo; aunque no tuvieron un firme asidero en la literatura, que prontamente adoptó otras líneas propias, de las cuales la más importante y pujante fue el modernismo.
Entre los principales literatos americanos inscriptos en el movimiento romántico, puede mencionarse al argentino José Mármol, argentino autor de la novela Amalia; al jurista venezolano Andrés Bello (1761-1865) autor de una Oda a la agricultura de la zona tórrida y que, habiendo vivido desde 1829 en Chile, en 1862 fundó allí la Universidad y redactó un importante Código Civil ; al colombiano Jorge Isaacs; y al norteamericano Wáshington Irving.
El romanticismo fue perdiendo su gran impulso, hacia mediados del siglo XIX. Por lo menos en el campo literario, donde surgieron nuevos movimientos, tales como el parnasianismo y el simbolismo en la poesía, o el realismo y el naturalismo en la prosa.
Sin embargo, aunque no en una forma pura y elevada sino más bien como un concepto general - y a menudo como referencia inapropiada, respecto de ciertos tipos de expresión cultural masificada - sigue siendo un término de referencia para ciertos tipos de estilos y de contenidos, tanto en la literatura como en algunas formas surgidas a partir de las tecnologías del cine y la televisión, que en algunos casos han alcanzado ciertos niveles aceptables de calidad cultural.
El romanticismo, por lo tanto, aparte de haber sido y seguir siendo un movimiento literario de gran importancia en su ámbito, ha tenido una gran repercusión cultural de mucho más vasto alcance; en cuanto suscita la contraposición entre la emotividad y la racionalidad en muchos otros órdenes de la vida. Pero en buena medida esa contraposición es infundada, y sobre todo, no es aplicable con carácter general.
En función de ello, cabe considerar que, si por un lado el factor emocional ha constituído sin duda un componente fundamental para la producción de obras de arte extraordinariamente valiosas - no solamente en la literatura sino de modo muy particular en la música; por otro lado no resulta pertinente su extensión a otros ámbitos de los asuntos humanos o sociales, en los que el romanticismo resulta conducir, indudablemente, a adoptar cursos de acción que, por contrarios a las indicaciones de lo racional, a menudo en base a la presión emocional de obtener resultados rapidamente, son absolutamente erróneos.
La historia relativamente reciente, y aún cercana, está plena de ejemplos acerca de la forma en que la emocionalidad - sea del nacionalismo exacerbado, sea la suscitada por la explotación demagógica de las diversas situaciones sociales - ha conducido a graves y dolorosos conflictos bélicos; y también a excitar las impaciencias y a proponer cursos de acción voluntaristas que, por apartarse de la racional comprensión de la realidad, no han hecho sino empeorar esas mismas situaciones, a la corta o a la larga.
Una ecuánime valoración del romanticismo, por lo tanto, conduce a afirmar el valor de los sentimientos tanto en el plano subjetivo como respecto de otros; y su importante potencial como determinante en el campo del arte. Por otro lado, como toda exagerada generalización, es preciso reconocer que existen otros órdenes de la actividad tanto de los individuos como de las sociedades, en que ha de requerirse un sereno análisis racional, para percibir todos los matices y definir las conductas que resulten adecuadas, con una perspectiva más permanente que las impaciencias que a menudo plantean los sentimientos.
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