Análisis literario
Desde un punto de vista literario, la obra presenta un esquema relativamente sencillo, pintando una situación de la cual se trasunta la posición en que ha caído un hombre de campo que, habiendo disfrutado de una posición económica relativamente próspera y de cierta consiguiente consideración social, al verse desposeído del campo en el cual se sustentaba todo ello, se desliza hacia abajo en la escala social, en la consideración de sus allegados, y en su propia consideración, cayendo en una depresión que lo conduce a quitarse la vida.
Hay que recordar que un barranco es una formación frecuente en el territorio uruguayo cuyo subsuelo es altamente rocoso que presenta un abrupto desnivel de frente casi rectilíneo; por el cual, una caída generalmente produce graves consecuencias.
La imagen que sugiere el título de la obra, es una expresión relativamente usual en el lenguaje cotidiano, sobre todo en el medio rural, para significar toda situación de súbito y violento empeoramiento de una situación económica o familiar; como también la que afecta a personas cuya inconducta - especialmente la inclinación al alcohol o al juego - determina un gran quebranto en su vida.
Pero los gruesos trazos con que la obra dibuja sus personajes, sus caracteres y sobre todo su condición moral, delimitan violentos contrastes; en último momento un tanto atenuados sobre todo en Doña Dolores, la esposa de Don Zoilo, a partir de un arrepentimiento cuya propia irrupción e intensidad hace que no resulte demasiado sincero.
La obra reposa en un pequeño número de escenas centrales, que a la vez que constituyen los momentos de mayor tensión dramática, son verdaderos puntos de inflexión de su desarrollo y suministran la oportunidad de dar las explicaciones más precisas de las conductas y los caracteres de sus personajes.
En ese sentido, Sánchez evidencia un excelente oficio teatral, y un gran poder de síntesis.
Por su orden, estas escenas son la última del primer acto, la 16ª del segundo acto, la última del segundo acto, la 8ª del tercer acto, la 10ª del tercer acto, y por supuesto la culminante escena final de la obra.
En la última escena del primer acto, don Zoilo recibe una visita bastante inmotivada de Don Juan Luis y el Comisario, que al parecer vienen en tren de resolver la situación de Don Zoilo con el propósito de darle trabajo en la estancia, para que él y su familia puedan permanecer allí. El orgullo de don Zoilo, unido a la situación que ya ha conocido de vinculación de su hija mayor con el estanciero, hace que desdeñe ese ofrecimiento, y al mismo tiempo, permite que exponga muy rapidamente el origen de la situación en que se encuentra, y su estado de ánimo al respecto.
En la 16ª del segundo acto, el sargento Martín llega para conducir detenido a Don Zoilo, como consecuencia de un entendimiento del comisario con Don Juan Luis, a fin de permitir que en su ausencia su esposa, su hermana y su hija mayor, se fuguen a la estancia; lo cual luego resulta frustado por el acceso agudo de tuberculosis que afecta a Robustiana y que en definitiva la conduce a su muerte.
En la última escena del segundo acto, se formaliza el idilio entre Robustiana y Aniceto; lo que da oportunidad a una escena de gran emotividad, donde Robustiana, ya casi próxima a morir, expone todas sus ilusiones de felicidad futura.
En la escena 8ª del tercer acto, Aniceto reprocha a las mujeres su comportamiento; lo cual permite exponer los móviles crudamente egoístas de éstas y la actitud de total desapego afectivo que ellas tienen respecto de Don Zoilo.
En la 10ª escena del tercer acto, Don Zoilo adopta la decisión de dejar que su mujer, su hija y su hermana, finalmente vayan a convivir en la estancia con el nuevo propietario; y con motivo de ello, da rienda suelta a sus sentimientos de frustración a su respecto, efectúa el reconocimiento final de la inutilidad de su vida, y expone los motivos por lo cuales finalmente optará por suicidarse.
Estos son complementados en la escena final, en su diálogo con Aniceto, en el cual precisamente discute con éste la cuestión del suicidio en función de que, una vez consumado el fracaso de su vida en todos los órdenes, la misma deja de tener sentido para él: Yo no me mato por ellos, me mato por mí mismo, dice.
Salvo algunos rasgos de condición moral valorable y comportamientos plausibles especialmente en Aniceto que aparece como el modelo de hombre de campo sencillo y bueno lo que la obra presenta es un conglomerado de personalidades motivadas por ambiciones materialistas y oportunistas; o en todo caso, injertadas en una posición de cómoda adaptación a las condiciones determinantes de sus conductas.
El personaje central, don Zoilo, es presentado como un individuo honesto, trabajador, en el cual la inadaptación a los cambios provenientes de la modernización de la sociedad, ya no da lugar al tipo de reacción violenta del modelo gauchesco tradicional del matrero; sino que acepta mansamente sus consecuencias, a pesar de que sigue sin comprender la evolución de su época, y sin poder incorporarse a ella.
Sus antecedentes prácticamente no se exponen; solo surge que había recibido de su padre y en algún momento afirma que de su abuelo el campo en que habitaba; respecto del cual ha perdido un juicio de reivindicación. Se trata de un juicio en que quien es propietario de un bien que se encuentra en poder de quien no lo es, reclama su devolución. En términos reales, resulta improbable que Don Zoilo y sus antecesores hubieran ocupado el campo todo ese tiempo; por cuanto en tal caso le habría sido reconocida su propiedad por prescripción, ocupación durante más de 30 años.
Todo indica que Don Zoilo carece casi totalmente de una educación, aunque sea elemental; probablemente sea analfabeto. No ocurre lo mismo con sus hijas, que por lo menos leen las cartas de Don Juan Luis.
Zoilo personifica ciertos conceptos éticos básicos, generalmente ligados a la mentalidad del gaucho; dice que es manso, pero en el fondo no tiene convicción de que eso sea lo correcto, ni tiene comprensión de lo que le sucede. A pesar de que Sánchez abominara del modelo moreirista del gaucho, Zoilo ostenta un orgullo típicamente gauchesco; especialmente un rechazo total a trabajar a las órdenes de un patrón, que equipara al orgullo y a la dignidad. Luego de haber estado dispuesto a permanecer en el campo por tolerancia del propietario; cuando éste le ofrece un trabajo, probablemente adecuado a sus conocimientos para ello, parece prevalecer en él su orgullo individualista de no verse sometido a autoridad alguna.
Es una personalidad que ha aceptado el sistema institucional y jurídico del país que se moderniza; pero que no lo ha asimilado realmente, en la medida en que no corresponde a sus intereses. Plantea su situación como un despojo; aunque en realidad, ella se originó en la previa ocupación ilegítima de un predio rural. Su verdadera tragedia no es, entonces, lo que le sucede; sino el haber permanecido al margen de la evolución de su época, haber ignorado su desarrollo y no haberse incorporado a ella.
Además, pertenece a un sistema familiar excesivamentemente paternalista y tradicionalista; donde las mujeres ocupan una posición totalmente secundaria y sometida. No ha logrado establecer un marco de afectividad igualitaria y recíproca, ni con su esposa ni con su hermana; solamente mantiene un afecto paternalista por su hija enferma, en base a su minusvalía.
Barranca Abajo presenta un cuadro que, aunque no pueda considerarse auténtico y completo reflejo de un momento de la sociedad rural uruguaya de su época, y en más amplio sentido rioplatense lo que obviamente estaría fuera del alcance de una obra de teatro de todos modos contiene algunos componentes incidentales que pueden considerarse bastante típicos de una parte de ella.
Puede considerarse así que, a título de presentar una situación individual de rasgos dramáticos, lo que expone es el estilo de vida rural de mera sustentación, en vías de ser superado por la modernización económica y social, estilo de vida que es el que va barranca abajo; y que en forma consistente con la actitud implícitamente antiprogresista y añorosa que predomina en las expresiones culturales y aun políticas del tradicionalismo nativista, suscita una reacción puramente emocional y estrictamente conservadora de lo que, justamente, no sería valioso conservar.
Aunque no hay a ello una referencia explícita y el interés dramático del autor se concreta a exponer la situación actual de sus personajes ya para el público de época debía resultar visible el atraso cultural del personaje y de sus allegados; muy poco habilitante para que lograran insertarse en el proceso de modernización rural ocurrido en el país hacia el cuarto final del siglo XIX.
Desde el primer momento, Dolores trata de calmar sus jaquecas con parches de papel huntados con sebo de velas; posteriormente, tratan de curar la tuberculosis de Robustiana con sorbos de agua. Más adelante, hacen referencia a la enfermedad que afecta el ganado (posiblemente aftosa) y a que tratan de curarla dándole vuelta la pisada; mencionando las vacunas como algo acerca de lo cual no tienen ni idea, y sugiriendo que el veterinario el francés lo llaman ha de haber sido el portador de la enfermedad que está matándoles el ganado. Es decir, siempre en actitud de desconfianza infundada y culpando a la malicia de alguien, de sus contratiempos.
De tal manera, tanto Don Zoilo como el tape (mestizo de indígena) Aniceto, son personajes representativos de un tipo de poblador rural integrados a una economía de mera subsistencia; en la cual un campo aparentemente bastante extenso es apenas explotado con algún ganado lechero y ovino éste último con fines de carniar, es decir, ir matando a diario para alimentarse con su carne mediante el trabajo personal del patrón y un único peón.
En consecuencia, asumen la actitud muy corriente en diversas épocas incluso la actual de incomprensión total hacia una evolución social y económica que no se encuentran habilitados a acompañar; y de atribuir a malas intenciones, acciones dañosas o artimañas de ladrones y saltiadores como los describe don Zoilo las consecuencias desfavorables de su propia inadaptación a esos cambios. Esa visión que el autor emplea, con clara demagogia, como medio de obtener la adhesión de las plateas es la de un conservadorismo retrógrado; que desvaloriza el progreso de la modernización económica, en base a un sentimiento compasivo que suscitan quienes quedan al margen de la misma.
Las mujeres, responden también a un tipo absolutamente falto de toda preparación cultural, y viven en total dependencia económica y en sujeción a la voluntad ya no meramente paternalista sino totalmente autoritaria del jefe de la familia. Se presenta implicitamente un ideal de mujer hacendosa, dedicada a determinadas tareas del campo como su obligación de ordeñar la vaca todas las mañanas a primerísima hora y a realizar las tareas que Robustiana califica como de peona, como moler el maíz a mano para preparar la mazamorra.
Ese ideal cuyo estereotipo representa Robustiana, con un proyecto de vida consistente en casarse y convivir con su marido y su padre en una casita blanca, y que se espera suscite la aprobación emocionada de las plateas es contrapuesto a las demás mujeres:
Rudecinda y Prudencia, puramente dedicadas a cuidar su apariencia, a confeccionarse ropas nuevas y con la única aspiración de seguir viviendo sin esforzarse ni preocuparse por ninguna otra cosa;
Dolores, mujer sin carácter, totalmente inoperante y asimismo muy poco inclinada a las labores domésticas;
Martiniana, especie de alcahueta, de espíritu autoritario, que en el final de la escena 12ª del segundo acto sienta su concepción al respecto: Las mujeres han de ser resolución.
En el tercer acto, el personaje de Martiniana adquiere nueva importancia, al ser comisionada para ir a buscar a las mujeres y llevarlas de vuelta a la estancia. Allí, el detalle de la cama que fuera de Robustiana colocada fuera del rancho con el implícito objetivo de ventilarla para esterilizarla de los posibles gérmenes contagiosos de su enfermedad despierta la codicia de Martiniana que inmediatamente se propone conseguir que se la obsequien para ser utilizada por su hija que duerme en un catre de guascas (tiras de cuero sin curtir). De alguna forma, el contraste entre la cama metálica y el catre de marco de madera y sustento de guasca, marca el nivel económico que había tenido la familia de Don Zoilo.
Aunque algunos comentaristas se inclinan sostenidamente a presentar Barranca abajo como un cuadro de denuncia de iniquidades sociales y económicas como frecuentemente sucede con expresiones artísticas de impacto popular es más apropiado considerar que en esta obra, ya muy pulido su oficio de escritor teatral de éxito masivo, Sánchez utilizó hábilmente diversos componentes culturales de su tiempo, mostrando a la vez un olfato teatral excelente para su época.
En realidad, la actitud de Sánchez en diversos aspectos de su vida, lo muestra como una persona muy movida por motivaciones muy prácticas, que al igual que también suele suceder cuando encontró un camino hacia el éxito personal y económico, se aplicó intensamente a tratar de extraer de ello los mayores resultados posibles.
Indudable conocedor de las cuerdas a ser pulsadas para obtener mejor resonancia en el público para el cual escribía; estaba sumamente condicionado por el requisito de obtener éxito de taquilla de los empresarios y actores teatrales que le compraban sus obras frecuentemente antes de que las escribiera y aún concibiera; y cuyos pagos por adelantado generalmente consumía antes de hacerlo.
En ese sentido, lo probable es que Sánchez haya aprovechado un tipo de situación en algun caso más o menos similar que hubiera conocido como suele ocurrir con los creadores literarios en todos los tiempos para inspirarse y componer un cuadro cuidadosamente estructurado, con diversos ingredientes aptos para despertar el entusiasmo y la emoción en las plateas teatrales, propicias a sentirse solidarias ante la situación de un pobre buen hombre en desgracia. Una vez más, surge de todos modos la cuerda gauchesca clásica del gaucho disgraciao.
Entre esos ingredientes cabe contar los personajes estereotipados, presentados en un cuadro altamente maniqueo de los buenos y los malos, investidos de condiciones morales alternativamente muy valorables o reprobables; e insertarlos en una anécdota de repercusiones trágicas, donde la figura de la joven ingenua y buena afectada por el designio fatal de la tuberculosis en buena medida ignorado o no debidamente comprendido por los mismos personajes y probablemente por buena parte del público reitera la conocida temática del romanticismo, que viene desde la Margarita Gauthier de la ópera La Bohème inspirada en un novela de Alejandro Dumas, sumamente conocida en el medio y hasta mencionada en varios tangos.
En definitiva, Barranca abajo, sin ser un dechado de perfección literaria ni teatral, con todos los caracteres inherentes a un teatro incipiente, constituye una obra paradigmática en el teatro naturalista rioplatense; y es sin lugar a dudas una de las cumbres de la despareja obra de Florencio Sánchez.
|