Diferencias de la filosofía con otras materias.
El estudio de la materia de Filosofía, en la etapa de aprendizaje en que se encuentran los alumnos secundarios, les presenta una característica bastante diferente con las materias que han estado habituados a estudiar. Es posible que ello sea origen de alguna dificultad - sobre todo inicial - para captar plenamente la significación del contenido de esta materia, con que a veces tropiezan.
En sus estudios previos han venido tratando de materias cuyo contenido hacía que fuera bastante adecuado aprenderlas de una manera muy receptiva; y cuyo aprendizaje facilmente se percibía como justificado, como instrumentos de aplicación práctica.
La Historia es una materia que se estudia a partir del relato de los hechos del pasado, utilizando principalmente la memoria. Las Matemáticas o la Física son estudiadas percibiendo inmediatamente su directa vinculación con la realidad de los fenómenos que nos rodean y la posibilidad de aplicarlas de una manera utilitaria. Una situación similar existe con materias como la Geografía, los idiomas, o las ciencias naturales.
Al enfrentarse inicialmente con las cuestiones que se plantean al abordar el estudio de la Filosofía, la situación se presenta de una manera distinta. Por un lado, se plantean como problemas algunos temas que parecen demasiado obvios como para que valga la pena planteárselos. Porque todos estamos acostumbrados a dar por sentadas cosas tales como nuestra propia existencia, la verdad de lo que conocemos a través de nuestros sentidos, o lo correcto de observar un buen comportamiento hacia nuestros semejantes sin que tengamos muchas dudas acerca de en qué consiste un comportamiento correcto.
Por otro lado, al abocarse a exponer una explicación que resulte razonablemente convincente de cada afirmación realizada sobre cada una de esas mismas cuestiones, se va descubriendo que muchas cosas que aparecían como absolutamente obvias y en las que nunca nos habíamos detenido a reflexionar, no resultan ser tan obvias como parecían ni tampoco tienen una única forma de verse o interpretarse.
Al estudiar la Filosofía, se empieza a conocer que hace muchísimos siglos existieron ciertas personas - a las que llamaron los filósofos - que por primera vez se plantearon la duda acerca de esas cuestiones y la necesidad de justificarlas de una manera racional y que con ello lograron dar un enorme salto hacia delante en el terreno de la inteligencia; así como trataron de comprender el funcionamiento de esa misma inteligencia y de las otras facultades que constituyen lo que esencialmente diferencia al hombre de los demás seres.
Por otro lado, el estudio de la filosofía no se limita a aprender la historia del pensamiento que los filósofos han expresado desde la antigüedad acerca de las cuestiones filosóficas. Al contrario de lo que ocurre en el estudio de las otras disciplinas en que el estudiante asume casi exclusivamente una actitud receptiva, prontamente ocurre que al tomar conocimiento los conceptos que expusieron Sócrates, Platón y otros, se advierte que cada uno puede sentirse en un pie de igualdad con ellos mismos y estar de acuerdo o disentir con sus afirmaciones.
Ese estudio de la filosofía permite descubrir que en el desarrollo personal se ha llegado a una etapa en que se es capaz de pensar por uno mismo, y de desarrollar una idea propia acerca de una cuestión trascendental; de construir un sistema de fundamentos inteligentes e inteligibles, que no sólo tiene por finalidad hacernos sentir que estamos en lo cierto, sino habilitarnos a tratar de convencer a otro de que lo estamos.
Estudiar Filosofía entonces, es importante de dos maneras. Primero, porque ilustra y enriquece la cultura propia con la identificación de los temas transcendentes que han sido preocupación del género humano acerca de su propio ser, de su relación con el mundo físico y de su relación con la sociedad. También enriquece culturalmente con el conocimieno de lo que a lo largo de la Historia han ido las diversas concepciones propuestas al respecto por los grandes pensadores; y la apreciación de la forma en que la sucesión de esas construcciones de pensamiento sistemático evidencian un proceso de perfeccionamiento del desarrollo intelectual de la Humanidad, incluso de sus avances y sus retrocesos.
Pero además de eso, el ejercicio del pensamiento propio que eso produce, enseña que, frente a todas las cuestiones que se nos pueden plantear en la vida, es preciso adoptar una actitud filosófica. Eso significa estar atento a percibir lo complejo de los diversos puntos de vista; y, sobre todo, la necesidad de que exista un análisis racional de cada planteo, tanto de los propios como de los ajenos. Y muy especialmente, que exista una coherencia entre las opiniones que sustentamos o a las que nos adherimos en los distintos temas, para que todas ellas guarden entre sí una adecuada armonía lógica y no encierren contradicciones.
La filosofía tiene claras diferencias con las ciencias naturales. El objeto del estudio de éstas son fenómenos de la realidad, mientras que el objeto de la filosofía son cuestiones de existencia puramente ideal, en el sentido de que surgen exclusivamente en la mente y la cultura humana.
La ciencias naturales pueden valerse y se valen del método experimental y de la observación como instrumentos primordiales de su conocimiento. La deducción, la inducción y sobre todo la intuición constituyen sí procedimientos valederos, que han aportado grandes avances al conocimiento científico; pero todas sus resultancias requieren la previa confirmación mediante la experimentación o la observación.
La característica principal del conocimiento científico parecería que fuera la finalidad de alcanzar un conocimiento respecto del cual exista un total acuerdo o unanimidad entre sus especialistas; cosa que justamente no parece ocurre con la filosofía.
Entretanto, la filosofía, si bien utiliza en algunos aspectos la observación - sobre todo del comportamiento humano - tiene como método básico y fundamental de sus conocimientos el razonamiento; y, por eso mismo, nunca llega a conclusiones definitivas, absolutas y permanentes. Si es cierto que ya hace muchos siglos los filósofos griegos antiguos prácticamente identificaron todos los objetos del conocimiento filosófico, y en casi todos ellos prácticamente agotaron su examen en todos los sentidos posibles; también es cierto que las corrientes de su pensamiento no han podido considerarse nunca definitivas, y el hombre ha continuado discurriendo durante siglos casi sobre los mismos temas, sin haber alcanzado conclusiones que puedan considerarse inconmovibles.
De cualquier manera, la filosofía y la ciencia, en su conjunto, forman parte del conocimiento humano; y en no pocas oportunidades poseen fronteras difícilmente definibles. Así, algunos hombres que se han destacado enormemente en el campo de la ciencia, especialmente quienes han analizado las dimensiones más enormes como el universo mismo, o las más pequeñas como el mundo atómico, han descubierto o enunciado sus grandes leyes - como la teoría de la relatividad - para llegar a una frontera que parece estar más allá de las posibilidades del conocimiento científico. La comprensión del existencia de orden en la enormidad del universo espacial, tanto como en la pequeñez de la estructura atómica, la definitiva unificación de la materia con la energía; han llevado a no pocos científicos a trasladar sus raciocinios al campo filosófico.
El conocimiento filosófico, por su propia naturaleza y su contenido abstracto, conformado meramente por pensamientos e ideas, aparece a menudo como más difícil de captar que los contenidos concretos del conocimiento científico relativo a las ciencias de la naturaleza y sus leyes, como pueden ser la física, la química o las ciencias biológicas.
Pero no puede dejar de apreciarse que no solamente ese conocimiento constituye una rama importante de la cultura y el saber humano; sino que a pesar de los trascendentales progresos realizados en la civilización moderna en los campos de las ciencias y las técnicas, los temas de la filosofía que provienen del fondo de los siglos en forma casi inalterada, siguen plenamente vigentes para el espíritu y la curiosidad intelectual del hombre.
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